Cuando uno o varios de los factores de riesgo se conjugan en un niño desorganizan su cerebro (que se encuentra en proceso de maduración) y lo llevan a presentar Parálisis Cerebral Infantil (PCI).
De un diagnóstico y un manejo temprano depende que las secuelas sean mínimas o que no se presenten. Por lo contrario, un diagnóstico y un tratamiento tardío propician el establecimiento de alteraciones severas del desarrollo, del movimiento, de la postura, el lenguaje y la integración sensorial, que llevarán al niño a una discapacidad severa y permanente; es decir, aún con factores de riesgo que dañen el cerebro del niño, se puede prevenir la PCI y el daño neurológico mediante un diagnóstico temprano y un eficaz tratamiento de rehabilitación.
Por todo lo anterior, resalta la importancia de que padres, familiares y médicos estén atentos a los síntomas de lesiones cerebrales en los recién nacidos y niños pequeños como son alteraciones en:
La postura(posición del cuerpo).
El tono muscular (lo duro o blando de los músculos).
El movimiento (normalmente es libre y simétrico).
El sueño (si el niño no duerme o duerme todo el día).
Llanto continuo o presenta -durante el llanto- lagrimeo abundante, alteraciones en el color de la piel y sudoración profusa.
Alteraciones del desarrollo. Es conveniente comparar al niño con otros de su misma edad entre familiares, vecinos y amigos, para detectar retrasos; por ejemplo: sostener la cabeza (normalmente se consigue a los 3 meses), sentarse (a los 5 meses), gatear (9 meses), pararse (se consigue a los 12 meses) o caminar (entre los 12 y 16 meses).
Ante cualquier retraso en la aparición de estas conductas se debe consultar al médico.
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